A finales de 2004 Javier, un amigo detective privado, nos comenta que su agencia ha recibido el encargo de investigar un robo, en una empresa, a la que llamaremos “Gráficas SL”, donde había desaparecido la caja fuerte y su contenido, varios miles de euros.
Siguiendo el procedimiento habitual, la dirección de empresa denunció los hechos a la policía, aseguradora, etc. Después de las primeras investigaciones, y dado que no se había forzado el acceso a la oficina de la imprenta, la policía se retiró de la escena, dejando caer que el autor o autores tendrían que ser alguien con libre acceso a las instalaciones, probablemente algún empleado.
Después de tomar declaración como testigos a propietarios y empleados el caso fue archivado, a la espera de que nuevos datos o acontecimientos invitasen a la reapertura de la investigación, como sucede en tantos casos jamás resueltos.
Los propietarios no quisieron resignarse a que los hechos quedaran impunes. Fue así como entró en escena la agencia de detectives de Javier, quien después de algunas pesquisas concluyó que era necesario volver a interrogar a los empleados, pero esta vez no sería distinto, se les invitaría a sostener su testimonio ante el detector de mentiras, todo un acierto pues en menos de una semana terminaría por aclarar el asunto.
La empresa convocó a todos los empleados, Javier les dijo que la investigación estaba muy avanzada pero que les pedía a todos su colaboración en una última prueba, con la intención de descartar sospechas. El gerente tomó la palabra y dijo que tanto él como sus hermanos relacionados con la empresa se someterían a la prueba del polígrafo, para que los empleados tomaran conciencia de la situación y les quedara claro que no se trataba de echarle la culpa a alguien sino encontrar al auténtico autor del robo, y que ni ellos mismos estaban a priori descartados.
Se habilitó un despacho dentro de las dependencias de la empresa y uno tras otro fue pasando todo el personal, todos se sentaron ante la máquina de la verdad, empezando por los dueños y aquellos que en principio aparecían como menos sospechosos. Finalmente dimos con un empleado a quien denominaremos Alberto que desde el principio trató de confundir a los operarios del polígrafo acusando a otros empleados y familiares.
El detective por su lado había recabado información y antecedentes de todos los que estaban siendo evaluados con el detector de mentiras, fue así como llegó a tener un candidato que encajaba con la autoría de robo, que no reveló para no influenciar a los operadores del polígrafo. Como buen detective quiso verificar si los resultados de la máquina de la verdad coincidían con sus pesquisas.
Las conclusiones de la evaluación poligráfica descartaban a los propietarios y a todos los empleados menos a uno, a quien llamaremos Beto, que terminaría por confesar a cambio de no ser denunciado y de devolver el dinero que aún conservaba y el que ya había gastado por medio de un calendario de pago.
Fue así como la empresa llegó a un pacto con el autor confeso de robo. Si las partes quedaron satisfechas y cumplieron con el pacto es algo que nunca nos dijeron, lo que sabemos a ciencia cierta es que sin la intervención de un detector de mentiras y un buen detective privado este caso no se habría resuelto.
El autor contaba con antecedentes penales por robo, estos antecedentes no fueron revelados a los propietarios en el momento de la contratación y que fueron silenciados por la policía durante la investigación. Estos antecedentes y otros emergieron en la evaluación poligráfica.
En España, según la legislación vigente un delincuente puede solicitar la Cancelación (borrado) de sus Antecedentes Penales