Recibimos la llamada del Jefe de Seguridad de una conocida empresa de transporte urgente situada junto a la terminal de carga del aeropuerto de Barajas.
Tiempo atrás habíamos identificado en el “depot o almacén” de esta misma empresa a un empleado que se dedicaba a romper con los dientes de las carretillas elevadoras, cajas que contenían teléfonos móviles. El operario, llamado ficticiamente Esteban, después de sustraer algunas unidades, reparaba el embalaje como si de un accidente se tratara. Más adelante las compañías de seguros se harían cargo de la indemnización, si bien las pólizas no hacían más que aumentar.
Pese a ser despedido Esteban siguió percibiendo información sensible de la empresa. Antes de salir había comenzado a relacionarse con una compañera llamada Amanda que trabajaba en el departamento de contabilidad. Durante una operación de contaje de efectivo Amanda aprovechó un descuido de sus compañeros para introducir entre sus ropas un fajo de 100 billetes de 500 Euros, en total 50.000 Euros.
Amanda, de 20 años, había sido animada por su novio para que diera el golpe. Éste le había incitado a la apropiación indebida del dinero con el pretexto de que con esa cantidad podrían establecer un negocio propio. Esteban se había iniciado como importador paralelo de coches usados. Los traía desde Alemania y los vendía a particulares como el padre de Amanda, que ya le había comprado un BMW.
El Jefe de Seguridad tenía la convicción de que Amanda había sido la autora del robo, de hecho tenía un video donde se la veía acomodando sus ropas de forma extraña, si bien no se llegaba a apreciar los billetes. Una vez planteado el asunto a la trabajadora, ésta se lo comunica a su novio quien no dudó en llamar a la empresa para amenazar a varios empleados de la sección de contabilidad.
Amanda avisó en casa que la empresa le proponía someterse al polígrafo, sus padres acudieron a la empresa asegurando que su hija era inocente y que la “niña” había jurado por la salud de su padre (enfermo de cáncer) que ella no había sido. Delante de los padres se le invita nuevamente a Amanda a que se someta al polígrafo alegando que si no ha sido ella nada tiene que temer. El padre, hombre de honor, dijo querer consultar el tema con unos abogados y en eso quedamos.
Unos días después acudimos a la sede de la empresa, allí nos espera el Jefe de Seguridad, Amanda, su padre y los abogados de la familia, quienes solicitan (en reunión aparte) conocer el texto de las preguntas para verificar que las mismas no interfieran en asuntos personales, pues solo aceptarían las relativas al hecho que se investigaba.
Terminada la sesión la empresa comunicó que los resultados del polígrafo eran muy claros y que Amanda era la presunta autora de la sustracción.
La empresa concedió unos días para que Amanda reflexionase sobre el asunto antes de poner los hechos en conocimiento de la policía. Esa misma tarde el Jefe de Personal recibió la llamada del padre de Amanda pidiendo una cita para el día siguiente. Durante el encuentro el padre relató que su hija se había derrumbado en casa pidiendo una segunda oportunidad. Este buen hombre devolvió inmediatamente 35.000 Euros que había recuperado de su hija, a la vez que solicitaba un calendario de pago para hacer efectivo el resto del dinero.